El mérito y el cristianismo

Religiosos

En la obra La tiranía del mérito de Michael J. Sandel se hace un breve análisis de la relación entre cristianismo y el mérito. El asunto gira en torno a si se puede alcanzar la salvación a través de las buenas acciones o la salvación depende del capricho de Dios. Si se hacen méritos, ¿Dios está obligado a otorgar la salvación o es omnipotente y hace lo que le da la gana?

Si Dios es omnipotente, ¿por qué permite la existencia del mal? Sandel dice que una forma de resolver la cuestión es otorgándole el libre albedrío a los seres humanos. Dios le da la ley y le da la libertad a cada uno de obedecerla o no. Pelagio, según Sandel, propone que quienes actúan mal se merecen el castigo de Dios. Quien se opuso a esta visión fue Agustín de Hipona. El libre albedrio niega la omnipotencia de Dios. Si Jesús se sacrificó por la salvación de todos y la salvación se alcanza por las buenas obras y los Sacramentos, entoces la Encarnación fue innecesaria.

A pesar de ello, la Iglesia incorporó la posición meritocrática. La Reforma surgió como oposición a esta medida. La venta de indulgencias fue parte de esta oposición. La salvación se alcanza, de acuerdo con San Agustín, únicamente por la gracia de Dios. Para Lutero, no se ganaba el cielo rezando ni comprando indulgencias. Paradójicamente, la reforma antimeritocrática que inició terminó en la ética meritocrática descrita por Max Weber en La Ética protestante y el espíritu del capitalismo.

Calvino también defendió esta idea de que la salvación se obtenía por la gracia de Dios y no dependía de los actos humanos. Quien se salva y quien no ya está predestinado y en nada afectan los actos humanos. El problema de la predestinación es que generaba incertidumbre y los creyentes se cuestionaban si serían salvados, por lo que una señal de salvación era desempeñar intensamente la profesión particular.

Esta es la exposición de Weber, no se trabaja para obtener riqueza, sino para glorificar a Dios. Trabajar para consumir en abundancia es una especie corrupción. El calvinismo mezclaba el trabajo duro y el ascetismo. Aunque el trabajo duro no garantiza la salvación es una señal de ser el elegido.