Trump se dobló

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En tiempos de incertidumbre global, los inversionistas solían buscar refugio seguro en el dólar, lo que inevitablemente fortalecía su valor. Sin embargo, por primera vez en la historia financiera reciente, se observó un fenómeno inédito: los precios de los bonos estadounidenses caían y, simultáneamente, el dólar perdía fuerza. El capital se desplazaba hacia otras monedas consideradas más estables, como el franco suizo.

La política arancelaria de Donald Trump había centrado sus ataques en China. Al no obtener la sumisión que esperaba, su administración elevó los aranceles de manera escalonada: primero al 145%, luego al 245%. En una de sus múltiples contradicciones públicas, Trump declaró que mantenía negociaciones con Pekín, afirmación que fue desmentida de inmediato por las autoridades chinas. Más tarde, en un giro característico, aseguró que no jugaría más al “hard ball” y que reduciría los aranceles, no sin antes autoproclamarse vencedor (aunque nadie logró entender qué victoria reclamaba exactamente). China, por su parte, ha exigido la eliminación total de los aranceles como condición previa para cualquier diálogo.

Pese a todo, el gigante asiático no ha desplegado aún la totalidad de su arsenal. Circulaban rumores de que Japón había comenzado a vender bonos del Tesoro estadounidense, lo que habría contribuido a la caída de sus precios y al consecuente aumento en las tasas de interés. China podría replicar esta estrategia en cualquier momento.

Los editores del New York Times le concedieron a China la victoria en este round. Sin ceder en ninguna de sus posiciones, y valiéndose únicamente de medidas defensivas, logró que Trump diera marcha atrás. No está claro si la súbita visita de los CEOs de Walmart, Target, Lowe’s y Home Depot a la Casa Blanca tuvo algo que ver en esa decisión. Afirmaron que, de mantenerse la política arancelaria, en menos de dos semanas los anaqueles quedarían vacíos y los precios se dispararían.

La guerra comercial emprendida por Trump carecía de un objetivo claro, y por ello mismo, tampoco hay mucho que negociar en estas supuestas mesas de diálogo. La estructura económica de Estados Unidos ha evolucionado hacia un modelo de servicios: este sector representa hoy entre el 77% y el 80% del PIB. En contraste, el sector industrial (que incluye manufactura, construcción y minería) aporta entre el 18% y el 20%, siendo la manufactura responsable de apenas un 11% a 12%. La agricultura, en tanto, representa solo un 2%. Además, buena parte de la producción industrial actual está altamente automatizada, lo que hace improbable el retorno de los empleos manufactureros tal como existían en los años cincuenta.

Cuentan que Trump, en un desplante característico, comentó que nunca había visto a alguien “doblarse tan rápido”, aludiendo al canciller Marcelo Ebrard, quien en su primer mandato fue enviado a negociar con su gobierno medidas arancelarias contra México por el tema migratorio. Hoy, irónicamente, podríamos decir lo mismo de Trump frente a China.