Contra viento y marea, Trump seguía aferrado a su cruzada arancelaria, hasta que algo lo hizo recular: de pronto, anunció una moratoria de 90 días antes de que los aranceles entraran en vigor. ¿Qué fue lo que lo hizo dar marcha atrás? La respuesta parece estar en el repunte de los rendimientos de los bonos del Tesoro a 30 años. Ese aumento fue una señal clara de que algo andaba muy mal. Un viejo político no come fuego. Un fenómeno similar, no está de más recordarlo, contribuyó al estallido de la crisis financiera de 2008 con el incremento de las tasas a 10 y 30 años y el endurecimiento de la política monetaria.
En la entrega anterior señalaba cómo, con los aranceles, Trump básicamente le estaba escupiendo en la cara a sus propios acreedores: China y Japón, principales tenedores de bonos del Tesoro estadounidense. Si China realmente se estaba deshaciendo de esos bonos, el exceso de oferta provocaría una caída en el precio y, en consecuencia, un alza en el rendimiento que pagan los bonos; el descuento en el precio más el interés pactado que paga el gobierno por ellos.
Sin embargo, el analista José Luis Cava tiene otra lectura. Él cree que China no se arriesgaría a vender masivamente sus bonos, porque perdería dinero en la operación. Su hipótesis apunta a que los responsables de esa venta apresurada fueron inversionistas individuales, que se vieron forzados a liquidar posiciones para cubrir sus deudas apalancadas. Tradicionalmente, los bonos del Tesoro son lo último que uno vende; representan el refugio más seguro en tiempos de turbulencia. Por eso, si estaban saliendo de ellos, era porque algo no olía bien.
El alza en las tasas, además, reflejaba una creciente desconfianza en la estabilidad del gobierno estadounidense.
Otra teoría apunta hacia Japón. Algunos sugieren que ha sido el gobierno japonés quien está soltando los bonos. Todo esto sigue siendo, en buena medida, un enigma. La analista Gabriela Siller Pagaza ha observado que la presión sobre las tasas ocurre principalmente durante la sesión asiática del mercado. Esto apunta a que alguno de estos países —o quizá ambos, actuando en coordinación, tal como habían acordado hacer con Corea del Sur— podría estar respondiendo a Trump con una cucharada de su propia medicina.