
De die in diem
El Presidente Andrés Manuel López Obrador, en su conferencia de prensa mañanera, comparó a los pobres con los animales. De acuerdo con esta nota del diario El Universal, el Presidente dijo:
“…a justicia es atender a la gente humilde, a la gente pobre; esa es la función del Gobierno. Hasta los animalitos que tienen sentimientos, ya está demostrado. Ni modo que se le diga a una mascota: A ver, vete a buscar tu alimento. Pues se les tiene que dar su alimento, pero en la concepción neoliberal todo eso es populismo”
En las elecciones de 1988, Manuel J. Clouthier organizó un boicot contra el noticiero 24 horas de Jacobo Zabludovsky porque ocultaba la verdad. En la actualidad, la hija del “Maquío”, Tatiana Clouthier, apoya a quien oculta la verdad. En un artículo publicado en Nexos y titulado “El Estado teatro”, José Antonio Aguilar Rivera argumenta que los ciudadanos esperan más de sus líderes que habilidades gerenciales; requieren símbolos. Los símbolos tienen la función de darle sentido de pertenencia a los individuos, atienden a la necesidad de ser reconocidos y de pertenecer a algo más grande que ellos mismos; es su oportunidad de formar parte de la historia. Por lo tanto, Aguilar Rivera dice que no importa la efectividad de las políticas públicas, sino la intención del gesto. No importa que la impericia de los nuevos gobernantes haya provocado la escacez de gasolina, la supuesta guerra contra el huachicol le daba sentido al sacrificio que hicieron miles de compatriotas de hacer fila para obtenerla. Como si en ese sacrificio se les fuera la gallina donada para financiar la expropiación petrolera. Mark Lilla se define como un liberal frustrado por el camino que ha tomado el liberalismo de la identidad en los Estados Unidos. En la política de la identidad, el individuo se identifica a partir de lo que es, por ejemplo; si es mujer, se identifica como víctima del patriarcado y a partir de ahí se une a movimientos feministas que reivindiquen sus derechos. El autor de El Regreso Liberal critica el apego a los símbolos de los demócratas en los Estados Unidos. A través de estos símbolos los demócratas alcanzan una diversidad superficial en las organizaciones, vuelven a contar la historia de los grupos marginales y fabrican eufemismos inofensivos para describir la realidad social y proteger así los oídos y los ojos castos de los jóvenes. El proyecto de los demócratas ha dejado de ser político, para convertirse en evangélico. La diferencia radica, según Lilla, en que el evangélico dice su verdad al poder. La política, por otra parte, toma el poder para defender la verdad. Ya que los símbolos apelan más a los sentimientos que a la razón, el diagnóstico que Lilla hace sobre los republicanos funciona también para el caso de López Obrador. Mark Lilla cita a Abraham Lincon quien decía: “El sentir del público lo es todo. Con él, nada puede fracasar; en su contra, nada puede prosperar. Quien moldea el sentir del público va más allá que quien promulga leyes o pronuncia decisiones judiciales.” El Presidente López Obrador sabe esto muy bien y moldea el sentir del público a través de los símbolos. Andrés Manuel es el nieto de español que nos vende espejos a cambio de nuestro oro. ¿Cómo podemos combatir el populismo del demagogo? Timothy Snider en su libro On Tyranny proporciona alguna sugerencia: “creer en la verdad”. Para Snider, abandonar los hechos es abandonar la libertad. Si nada es verdadero, nadie puede criticar al poder, porque no existen bases sobre cuales hacerlo. Si nada es cierto, todo es espectáculo. Las billeteras más grandes pagan por las luces más cegadoras. Para combatir al demagogo, hay que seguir los consejos de Václav Havel:
En la obra The Stillborn God, su autor Mark Lilla cita la obra Emile de Jean-Jacques Rousseau. Emilio es educado en aislamiento por su tutor. Todo lo que aprende, proviene de la experiencia. Emilio no ha leído un solo libro de historia, no ha visto un mapa ni conoce el globo terráqueo. Emilio no tiene idea sobre la naturaleza humana, la divinidad y no tiene conceptos que no sirvan a un fin práctico. Emilio no puede permanecer en el aislamiento, pues llega a la pubertad y despierta su apetito sexual. A diferencia de los jóvenes, Emilio está protegido por la armadura de sí mismo, respeto a sí mismo que se traduce en fortaleza interna. Pero al entrar en contacto con otras personas y escuchar sus conversaciones le surge la duda sobre Dios. A lo que el tutor contesta con la historia de “La Profesión de fe del Vicario Saboyano”. Un joven que había nacido calvinista, se convierte al catolicismo por razones materiales, no espirituales. Lejos de casa y sin un centavo, un hospicio católico le ofrece comida y lo presiona para que se convierta. En lugar de aumentar su fe, la experiencia la extingue. Las disputas teológicas entre los monjes le plantean preguntas que no puede contestar y las prácticas morales lo escandalizan. Trata de escapar, pero es capturado y castigado. El siguiente intento de escape tiene éxito gracias a la ayuda de un gentil vicario. Varios años después se reencuentra con el vicario y le relata su experiencia en el hospicio, de cómo la hipocresía de los residentes le robó la fe y cayó en el escepticismo no sólo sobre Dios, sino sobre la humanidad y la moralidad. Al olvidar la religión, descuidó sus obligaciones morales. El vicario lo escucha y responde sobre la similitud de su experiencia cuando era joven. Aparentemente la duda lo había paralizado; “la duda sobre las cosas que necesitamos saber, es un estado demasiado violento para la mente humana”. Lo que necesitaba hacer, según el vicario, era limitar su pensamiento a las cosas que pudiera conocer, que le preocuparan a su vida moral y resignar a la ignorancia todo lo demás. Si estaba inseguro sobre algo, debía atender a su luz interior (sa lumière intèrieure). Rosseau utiliza al vicario para trazar el programa, que después es sistematizado por Kant, que va a reorientar la filosofía occidental. Las ideas principales son tres; las capacidades del hombre son limitadas, el hombre anhela respuestas a preguntas que superan sus facultades, que puede tener preguntas de cierta especie, siempre y cuando las formulara con referencia a su certeza moral. Para Kant, todas las cuestiones metafísicas, morales, políticas y estéticas podían ser resultas si estas reglas eran observadas. De acuerdo con Mark Lilla, las enseñanzas del vicario no eran filosóficas, sino morales, pedagógicas y terapéuticas. El vicario busca mostrarle al joven una fe religiosa plausible que le permitiera al joven restaurar su confianza, su esperanza y la dependencia a sus propios instintos morales; una religión natural para el hombre artificial.
Para Yuval Noah Harari el libre albedrío es un mito. Es un mito que el liberalismo heredó, según Harari, de la teología cristiana. Sin el libre albedrío, Dios no podría castigar o recompensar a los hombres. El libre albedrío es un supuesto de la libertad. En un artículo titulado “Los cerebros hackeados votan” y publicado por el diario El País, Harari argumenta que el hombre no es realmente libre, aunque puede decidir qué comer, con quién casarse o por quién votar, esas decisiones están determinadas por los genes, la bioquímica, el sexo, el origen familiar, etcétera. De acuerdo con Harari, quienes creen en el libre albedrío son los cerebros más fáciles de hackear. Para hackearlos hace falta conocimientos sobre biología, muchos datos y gran capacidad informática. Para el autor, los gobiernos cuentan con todo lo necesario y cuando logren piratearlos, no sólo podrán predecir las decisiones sino determinar los sentimientos. El método actualmente empleado es pulsar los botones del miedo, el odio o la codicia. Este método se emplea para vendernos políticos e ideologías.
Gabriel Zaid decía que en México lo público era privado y lo privado, público. Era la época del presidencialismo mexicano cuando los medios estaban coptados y no se conocía la verdad. En las elecciones de 1988, Manuel J. Clouthier boicoteó el noticiero “24 horas” porque ocultaba la verdad. En el México de hoy, nadie sabe a ciencia cierta porqué no hay gasolina. Algo que tendría que ser público, es totalmente privado. El gobierno alega que es por una estrategia en contra del llamado “huachicoleo” o robo de combustibles. En realidad, México está pagando los costos de la curva de aprendizaje o mejor dicho; la ineptitud de los nuevos gobernantes. Aunque también esta crisis tiene un hedor a una idea de viejo cuño conocida como “soberanía energética”. El 12 de noviembre de 2018, Mario Maldonado publica una nota en el diario El Universal encabezada “AMLO estuvo a punto de iniciar su sexenio en crisis” en la que narra cómo Rocío Nahle Y Octavio Romero, ahora la Secretaria de Energía y el Director de PEMEX, se apersonaron en las oficinas de la paraestatal para tratar de cancelar una compra por 1.4 millones de barriles de petróleo ligero Bakken a la estadounidense Phillips 66. De acuerdo con esta nota del diario El Universal, las refinerías estaban trabajando a un 24 a 33 por ciento de su capacidad por la falta de crudo ligero. El 9 de enero de 2018, Sergio Negrete Cárdenas y otros usuarios de Twitter reportaban la cantidad de barcos cargados con combustible que estaban esperando turno para descargar en Tuxpan y Coatzacoalcos. Al día siguiente, de acuerdo con esta nota de Ejecentral, la Secretaria de Energía, Rocío Nahle García, descartaba que hubiera atasco de buques petroleros en el Golfo. Proceso cita al diario The Wall Street Journal para informar que México compró 33% menos gasolina en enero comparado con diciembre y 45% menos comparado con el mes de enero anterior. El cierre de ductos explicaría la escasez de gasolinas en el bajío, pero no en el centro del país. Ello quiere decir que la crisis de desabastecimiento tiene muchos factores que no sólo se explican por la lucha frontal contra el robo de combustibles. La razón más plausible es la ineptitud del nuevo gobierno. Detrás de la arcaica idea de la soberanía nacional, prevalece la noción de que la privatización afecta la soberanía nacional porque debilita el control de la producción de los hidrocarburos. El nuevo gobierno quiso establecer un control férreo de los hidrocarburos que imposibilitó su distribución. Ahora el gobierno alega que no hay desabastecimiento, sino problemas de distribución. Efectivamente, hay gasolina menos en dos lugares a saber; en los tanques de los vehículos y en las estaciones de servicio. De acuerdo con Arlene Ramírez Uresti, aunque el gobierno alegue que no hay escasez, las escenas de compras de pánico ponen en tela de juicio esta afirmación. El comportamiento de los consumidores demuestra la nula credibilidad que tiene el gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador. Para mitigar esta situación, el gobierno ha aceptado una mayor participación de la iniciativa privada en la distribución de gasolinas. De acuerdo con esta nota de Noticieros Televisa, PEMEX ha aceptado la ayuda de la la Cámara Nacional del Autotransporte de Carga, para transportar combustible a las estaciones de servicio a pesar del monopolio del Sindicato en la distribución de la llamada “última milla”. Entonces el gobierno claudicará su pretensión de establecer un control férreo sobre la distribución de los combustibles a una más permisiva de laissez faire, laissez passer, en la que no va a saber qué combustibles son legales y cuáles son robados, a pesar de mantener algunos ductos cerrados. Nadie tendría que saber los esquemas de distribución de PEMEX o la cantidad de kilómetros de ductos que atraviesan el país, o cuáles están abiertos y cuáles permanecen cerrados, pero la necesidad de entender la crisis de abastecimiento nos va a volver expertos a todos.
Yuval Noah Hariri plantea un problema interesante. En los anteriores periodos de automatización, un campesino que perdía el trabajo por la automatización en el campo podía conseguir empleo en una fábrica de tractores. Después un obrero que perdía el trabajo, podía conseguir empleo como cajero en Walmart. Pero si ese empleado pierde actualmente su trabajo, es muy difícil que consiga empleo como piloto de drones. Y si aún así lograra hacerlo, se tendría que reinventar en pocos años porque los pilotos de drones ya no serían necesarios.
Yuval Noah Harari, en su obra 21 lecciones para el siglo XXI, dice que a partir de la crisis del 2008 la gente se siente más desilusionada del relato liberal. Aunque reconoce que no todo va bien, el relato liberal tiene la solución a muchos de los problemas que nos aquejan: “conceder más libertad a la gente”. De acuerdo con el autor, algunas naciones han descubierto que les gusta el antiguo mundo jerárquico o no quieren renunciar a privilegios de raciales, nacionales o de género, otras naciones, han descubierto que el relato liberal es un gran chanchullo que enriquece a la elite a costa de las masas. Yuval Noah Harari hace un repaso de los obstáculos que sufrió el liberalismo en la primera y la segunda guerra mundial, como al principio se centró en los privilegios de una clase media y aparentemente ciego a la clase trabajadora, las mujeres y las minorías. Pero después el liberalismo amplió sus horizontes y acabó valorando las libertades y los derechos de todos los seres humanos. A partir de 1990 se declara el fin de la historia y se pensaba que todos los países serían liberales. Harari argumenta que los votantes de Trump no desecharon totalmente el liberalismo, sino su parte global.
El diario El País publica una entrevista a Slavok Zizek, filósofo esloveno de 69 años y postmarxista. En ella, se le cuestiona a Zizek sobre la bienvenida que le dio a Trump, a lo que el filósofo contesta:
“Porque Trump es una bendición, aunque protagoniza un tipo de conducta horrible, capaz de todas las rupturas. Precisamente por eso puede despertar, desencadenar, alguna reacción. Lo que hace Trump es una locura, pero antes ocurría lo mismo paulatinamente. Con el medio ambiente, con todo. Algunos izquierdistas hacen comparaciones erróneas. Si te disgusta Trump o el nuevo autoritarismo, y eres vago para analizarlo, la analogía es cómoda: “¡Oh, es fascismo!”. Esa analogía con los años treinta es demasiado sencilla. Es más adecuado remitirnos a la decadencia anterior a la Primera Guerra Mundial cuando, igual que hoy, todos se preparaban para la guerra, pero nadie la creía posible.”
Mario Vargas Llosa en su obra Historia de un deicidio cuenta que Gabriel García Márquez cantaba de niño una canción sobre Mambrú que se fue a la guerra. Cuando le preguntó a la abuela quién era ese tal Mambrú, la abuela que no tenía la menor idea le dijo que era uno que se había ido a la guerra con su abuelo. Cuando García Márquez se dio cuenta que no era otro más que el Duque de Malborough, prefirió la versión de la abuela. A mi me habían dicho que la doctora Moreno tenía siete doctorados, desde teología hasta química. Que en alguna ocasión le había dicho a un Arzobispo u Obispo que no rebuznaba porque no daba el tono. Después de buscar información en internet, descubrí que la doctora María de los Ángeles Moreno Enríquez no tenía siete sino tres doctorados. La conocí cuando mi profesor de Historia de las Relaciones Internacionales, Raúl Figueroa, nos llevó a una plática sobre historia del arte en su casa por los rumbos de la colonia San Rafael. De acuerdo con un perfil elaborado por Guadalupe Avilés Moreno, la doctora Moreno estudió en la Escuela Nacional de Ciencias Químicas. En México obtuvo doctorados en Letras e Historia. En la Universidad de Carolina del Norte estudió una Maestría en Artes (Literatura y Antropología) y en la Universidad de Columbia realizó un doctorado en Historia del Arte. Y en Francia obtuvo la certificación agrégés para convertirse en profesor de liceos o universidades. El perfil indica que la doctora Moreno se encontraba jubilada desde 1985 e impartía conferencias y charlas informales en su casa sobre historia, arquitectura, literatura o arte. Antes de conocer a la doctora Moreno, Bustos-sensei era la persona con más doctorados que conocía. Nazario Bustos García me dio clases de japonés en 1989 y tenía dos doctorados, uno en psiquiatría y otro en educación, por la Universidad de Tsukuba, en Japón. En el ITAM, José Francisco Fernández Santillán tenía dos doctorados; uno en historia de las ideas políticas, por la Universidad de Turín, y otro en Ciencia Política por la UNAM.
Andrés Manuel López Obrador se autodefine como liberal, como se definían los liberales del siglo XIX en oposición a los conservadores. Reyes Heroles decía que los priistas del presidencialismo mexicano se sentían herederos de los liberales del siglo XIX y enaltecían al indígena muerto, con el que se identificaban, la raza de bronce, a la vez que pisoteaban y discriminaban al indígena vivo. A leer “La llamada de la Tribu” de Mario Vargas Llosa, me doy cuenta de que Andrés Manuel no es liberal, sino marxista. Dice Vargas Llosa que “el liberalismo es una doctrina que no tiene respuestas para todo, como pretende el marxismo, y admite en su seno la divergencia y la crítica, a partir de un cuerpo pequeño pero inequívoco de convicciones”. Ante la metedura de pata que fue cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), Andrés Manuel dijo que había corrupción en los contratos. Siempre la respuesta correcta es la corrupción. Que si amanece nublado, la respuesta es la corrupción de la mafia del poder. De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, dogmatismo es la presunción de quienes quieren que su doctrina o aseveraciones sean tenidas por verdades inconcusas. De nueva cuenta cito a Vargas Llosa, para quien el liberalismo no es dogmático. El liberalismo “sabe que la realidad es compleja y que a menudo las ideas y los programas políticos deben adaptarse a ella si quieren tener éxito, en vez de intentar sujetarla dentro de esquemas rígidos, lo que suele hacerlos fracasar y desencadena la violencia política”. No son nada buenos los augurios con un Presidente dogmático que se siente poseedor de la verdad. No se equivocaron quienes sostenían que López Obrador era un peligro para México; aún antes de protestar el cargo ya logró la caída de la bolsa, la depreciación del peso, la pérdida de calificaciones crediticias para el país y la pérdida de 131 mil millones de pesos en minusvalía de los ahorros de los trabajadores.